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Agexport: fábrica de pobres

Diversos economistas ligados directa o indirectamente a Agexport proponen una devaluación/depreciación del Quetzal para fomentar la competitividad del país y la fuerza del sector exportador. Puede encontrar varios de estos artículos en este enlace, en este otro , aquí o aquí.

La devaluación es inflacionaria

¿Qué es una devaluación? El término devaluación sólo tiene sentido cuando existen tipos de cambio fijos. Es una decisión por la que la autoridad monetaria (Banco Central usualmente) decide que no tiene que seguir comprando/vendiendo reserva monetaria (normalmente dólares) al mismo precio que se comprometió, sino a un precio menor. Si el quetzal estuviera anclado al dólar a 7.5Q/$, devaluar un 50% significaría que el banco central compraría/vendería ahora a 15Q/$.

¿Qué es una depreciación inducida? Es un término usado cuando existen tipos de cambio flotantes (la práctica totalidad de monedas hoy en día están en esta tesitura). Es una decisión de la autoridad monetaria por la que pretende modificar el ratio “moneda nacional/moneda extranjera” y así hacer caer el valor de la moneda nacional.

¿Qué podría hacer el Banco de Guatemala para aumentar el tipo de cambio? Las decisiones de política monetaria para depreciar inducidamente a la moneda nacional son varias y su efectividad depende también de muchos factores. Sin embargo, de forma general podemos afirmar que se consigue cambiando el mencionado ratio “moneda nacional/moneda extranjera”. En el caso de Guatemala, el banco central debería aumentar la cantidad de liquidez en la economía vía creación de nuevos quetzales o vía disminución de operaciones en mercado abierto.

Por tanto, cuando se habla de devaluación en Guatemala en realidad estamos hablando de depreciación inducida ya que el tipo de cambio es flotante. Esta depreciación inducida conlleva necesariamente inflación ya que se modifica el ratio “moneda nacional/moneda extranjera” incrementando la cantidad de moneda nacional.

La inflación es el impuesto que pagan los pobres

La inflación es un impuesto, el peor impuesto posible y quizá el más injusto ya que afecta en mayor medida a los más pobres.

La inflación es el impuesto que pagan los pobres ya que la cantidad de dinero como parte total del patrimonio es usualmente mayor cuanto menor es la riqueza. Dicho de otra manera, los ricos no son ricos por acumular dinero, sino por acumular activos que producirán renta en el futuro. Por lo tanto, los ricos acumulan en términos relativos mucho menos dinero que los pobres.

Además, a mayor riqueza, mayor posibilidad de usar mecanismos para proteger el patrimonio contra la inflación. Ejemplos de esto serían tener una cuenta en dólares en Miami, tener una cuenta de valores o contratar un fondo de inversión en EEUU. Estas opciones usualmente están cerradas a los pequeños ahorradores que verían como las comisiones “se comen” todos sus ahorros.

Por lo tanto, los mayores usuarios de Quetzales son los ahorradores con menos recursos. Cuando se habla de medidas inflacionarias como las devaluaciones tenemos que tener claro que hay ganadores y hay perdedores, y en este caso los pequeños ahorradores son los más perjudicados y que la creación de una incipiente clase media en Guatemala se abortaría de la peor manera posible.

Banco Central de Guatemala como protector del Quetzal

El Banco Central de Guatemala tiene el honor de haber conseguido tener la mejor moneda de América latina. Desde la segunda guerra mundial la tónica habitual en los países latinos ha sido la de “quitar” ceros a la moneda.

Desde su creación en 1925 el Quetzal ha pasado de un cambio contra el dólar de 1:1 a 7,5:1 en la actualidad. El resto de monedas latinoamericanas han sufrido una caída muchísimo más acusada que el Quetzal guatemalteco.

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Fuente: Elaboración propia a partir de datos recogidos en institutos de estadística y en banco centrales de diversos países. Debido a falta de información estadística el año base de las diferentes monedas no es el mismo. El año base para el quetzal guatemalteco es 1925, para el peso dominicano 1937, para el peso colombiano 1931, para el peso mexicano 1925, para el bolívar venezolano 1934, para el peso chileno 1925, para el sol peruano 1930, para el peso argentino 1925 y para el real brasileño 1933.

Efectivamente esto es y debería ser un motivo de orgullo para los guatemaltecos. Vemos como un peso argentino de 2015 equivale a más de 47 trillones de pesos de 1925. En el caso brasileño un real de 2015 equivale a 820.600 trillones de reales de 1933. ¿Se imagina haber ahorrado en esas monedas? Si, lo habría perdido todo.

Bajo el eufemismo “tipo de cambio competitivo” se esconde la depreciación del Quetzal y detrás de ello la confiscación de los ahorros de pequeños ahorradores.

Devaluación como destructor de la división internacional del trabajo

En un mundo cada vez más globalizado devaluar/depreciar la moneda nacional tiene efectos muy limitados. Si bien es cierto que las exportaciones nacionales se hacen “baratas” para los extranjeros, no es menos cierto que los inputs extranjeros que alimentan al sector productivo se hacen caros haciendo de contrapeso al primer efecto.

Como decimos, estos inputs extranjeros y otras importaciones se hacen caras. Existe un incentivo para empezar a producir nacionalmente bienes y servicios que antes se producían fuera. Esto rompe la división internacional del trabajo. Los factores productivos tenderán a moverse a sectores sub-óptimos.

Un ejemplo de destrucción de división internacional del trabajo: si las maquilas necesitan algodón lo compran al mejor productor, sin importar la nacionalidad del productor. Si el algodonero está fuera de Guatemala la devaluación hace caro y por tanto ineficiente la compra a ese productor. Si no existe producción de algodón en Guatemala, existe ahora un motivo para que empiece. Pero otras ramas de la producción que compiten con el mercado del algodón tendrán que disminuir su producción (tierras para plantar algodón o trabajadores del sector primario). De esta manera podría disminuir por ejemplo la producción de café. Es así como los productores guatemaltecos se empiezan a dedicar a lo que peor saben hacer y dejan de hacer aquello por lo que son reconocidos internacionalmente.

En vez de ganar productividad, el verdadero motor de la salida de la pobreza, se pierde productividad cuando los agentes económicos se dedican a sectores en los que no tienen ninguna ventaja competitiva. Las devaluaciones o depreciaciones competitivas nos hace a todos pobres.

Devaluación para ganar competitividad, alquimia económica

La devaluación sólo sirve, en el mejor de los casos, para ganar competitividad internacional de forma transitoria. Pero es que además se hace de la peor forma posible, malvendiendo la producción nacional a precio de saldo y “engañando” monetariamente a los productores y trabajadores que las producen.

La “magia” de la devaluación pasa por hacer creer durante un tiempo limitado a los agentes económicos nacionales que un dólar vale mucho más que antes. Pero, tal y como se ha comentado al inicio del artículo, la devaluación siempre conlleva inflación. Y la inflación conlleva la pérdida de la ganancia competitiva ganada por tipo de cambio.

Es por ello que las continuas devaluaciones siempre han sido “adictivas”. Ganamos competitividad de golpe, durante un corto periodo de tiempo parece que estamos mejor, después aparece inflación y nos hace poco competitivos, por lo que necesitamos más devaluación.

¿Dónde queda intentar ganar productividad con reformas estructurales o mejorando la eficiencia? En ningún lugar, toda la alquimia económica se centra en ganar competitividad de forma torpe y cortoplacista.

Devaluación como fuente de desarrollo. ¿Seguro?

Los proponentes de la devaluación nos proponen casos históricos de desarrollo como prueba irrefutable de las bondades de hacer más pobre a los pobres. En otras palabras, podríamos aguantar la confiscación de ahorros a los pobres si así conseguimos un país mucho más rico y la desaparición de esos mismos pobres.

Desafortunadamente para el lobby devaluador creador de pobres, los casos históricos no le dan la razón. Así tenemos países que devalúan y generan inflación constantemente que se desarrollan y países que mantienen estabilidad de tipo de cambio o incluso apreciación y consiguen desarrollo igualmente.

Así tenemos el caso de España, que desarrolla a partir de los años 60s con un tipo de cambio depreciado y depreciándose. En contraposición tenemos el caso de Alemania, con tipo de cambio apreciado y alto desarrollo económico desde los 50s.

También tenemos casos de países que cambian de política. Así tenemos Argentina con altísimas tasas de crecimiento hasta los años 30s siendo uno de los países más ricos del mundo en esa época. Desde los años 30s Argentina ha devaluado muy agresivamente con episodios inflacionarios recurrentes (como evidencia la tabla incluida) y su importancia económica mundial ha decrecido hasta ser prácticamente irrelevante.

Los tres casos expuestos evidencian que el tipo de cambio tuvo poco o muy poco que ver en el desarrollo económico de dichos países. En España entran en el gobierno los tecnócratas en 1958 introduciendo reformas pro-mercado y pro inversión extranjera, aunque torpemente también se mantuvo la continua devaluación de la peseta. El milagro económico alemán es obra de Ludwig Erhard y las reformas que introdujo en 1947 que levantaban los controles de precios y la administración centralizada de la economía, una vez más reformas pro-mercado. El fracaso argentino de desarrollo es debido a la particular versión de fascismo que Perón llevo a Argentina en los años 40s, el fracaso es debido a reformas anti-mercado.

Por lo tanto, si queremos promover instituciones que disparen el desarrollo es mejor mirar fuera del tipo de cambio. El tipo de cambio en este sentido sólo sería ruido. Si queremos desarrollo económico promovamos reformas pro-mercado y no reformas monetarias.

Devaluación como captura de rentas

Si la devaluación la pagan los ahorradores pobres y si no produce resultados económicos satisfactorios, queda abierta una pregunta. ¿Por qué y quién la propone?

Efectivamente la devaluación no produce resultados económicos globales satisfactorios, pero si sectoriales. El sector exportador es el que se beneficia de tipos de cambio devaluados. Los ahorradores pobres son los que pagan los platos rotos.

La economía no es un juego de suma cero, la política sí. Los exportadores y demás productores del país pueden usar sus recursos de forma económica, esto es, para incrementar su productividad y eficiencia, así todos los participantes en la economía ganan. Pero estos exportadores también pueden usar sus recursos de forma política para ganar rentas sin necesidad de competir, capturando a la junta monetaria y al banco central y usándolo para sus propios fines. Cuando lo segundo ocurre ellos ganan y los ahorradores más humildes pierden.

Por fortuna, hasta el momento el Banguat ha conseguido mantenerse al margen de las presiones políticas y se ha mantenido firme contra la horda de mercenarios económicos a sueldo de parte del sector exportador.

Conclusión

La devaluación/depreciación inducida no consigue los resultados económicos que busca. La fuente del desarrollo es la ganancia de competitividad estructural, nunca la vía monetaria. Aumento de productividad por el lado de hacer más con menos, no por el lado de malvender nuestra producción a los extranjeros. Y lo que conduce a aumentos de productividad es la existencia de buenas instituciones y de seguridad jurídica. Entre esas buenas instituciones se encuentra el Banco de Guatemala, que ha conseguido, a pesar del problema de la bomba monetaria, la moneda más estable de Latinoamérica. Los proponentes de la devaluación estarían destruyendo una de las pocas fuentes de buena institucionalidad guatemalteca.

Pero es que además la devaluación es inmoral. Es una transferencia de renta desde los sectores más pobres de la sociedad hacia lo más ricos. Perpetuación del capitalismo de amigos (por supuesto nada que ver con capitalismo real) que tanto afecta a la maltrecha y castigada economía guatemalteca.

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Daniel Fernández

Daniel Fernández

Daniel Fernández es el fundador de UFM Market Trends y profesor de economía en la Universidad Francisco Marroquín. Tiene un doctorado en economía aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid y también era un fellow en el Mises Institute. Tiene un máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos y un máster en Economía Aplicada por la Universidad de Alcalá en Madrid.

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