Una historia de represión financiera (2008-2023)
El mundo ha vivido un más que entretenido año 2022 en la arena económica y financiera. Económicamente hemos vivido una inflación no vista en 40 años en la práctica totalidad del mundo. Esta enorme inflación ha provocado que los bancos centrales, aunque tarde, finalmente subieran tipos. La subida de tipos ha provocado un annus horribilis para los inversores, que han visto como el año 2022 se llevaba por delante una parte considerable de sus carteras de inversión. De hecho, el año 2022 ha sido el peor año en la bolsa desde el año 2008. Los bancos centrales tenían que controlar la inflación y no se les ha importado demasiado llevarse por delante miles de millones de dólares de capitalización bursátil. Por supuesto, los oficiales de la Fed convenientemente ya habían vendido sus acciones unos meses antes con la curiosa excusa de evitar conflictos de interés. Seguro que no es el primer caso del mundo donde se disfraza un más que patente conflicto de interés como una medida para evitarlo. Cosas del mundo contemporáneo donde hasta los banqueros centrales deben demostrar virtud constantemente.
Iniciamos este 2023 con el jaleo económico-financiero de 2022 todavía caliente. El propósito de este artículo es combatir la narrativa imperante sobre cómo hemos llegado a esta situación. Lo que ha ocurrido en 2022 y seguimos sufriendo en 2023 no ha sido fruto de una tormenta perfecta, ni es culpa de la Guerra de Ucrania, así como tampoco es derivado de los problemas logísticos de 2021. Todos esos eventos se basan en una narrativa que tiene sentido pero que es incapaz de escudriñar las causas reales de los problemas que sufrimos hoy.
Inflación: de nuevo el enemigo público número 1
La inflación ha sido la palabra más escuchada en círculos financieros en 2022. Probablemente la inflación nunca había llenado tantos titulares desde que el presidente Gerald Ford la declaró enemigo público número uno.
Después de décadas en las que los bancos centrales han estado implementando barbaridades monetarias a diestro y siniestro, la inflación finalmente hizo su aparición de forma estelar en el año 2022. Y lo hizo como suelen ocurrir estas cosas, de forma abrupta o no lineal. A los economistas y financieros les encanta hablar de las tormentas perfectas y racionalizan a posteriori todo lo que ven a su alrededor, casi siempre atribuyendo muy mal las causas a los efectos.
Si un economista ve un problema en 2022, con suerte analiza uno o dos años hacia atrás, o, peor aún, analiza al propio 2022 en busca de una causa que le permita generar una narrativa plausible. La narrativa plausible en 2021 fueron los problemas logísticos, la de 2022 fue la guerra de Ucrania. Si unimos las dos y metemos algo de expectativas tenemos nuestra tormenta perfecta (las explicaciones con expectativas siempre venden bien porque rara vez se pueden analizar de forma inequívoca).
Represión financiera desde 2008: ¿qué puede salir mal?
Pero la inflación de 2022 no fue ninguna tormenta perfecta, fue el resultado de hacer al sistema financiero y monetario increíblemente frágil mediante regulaciones absurdas y medidas antieconómicas.
La represión financiera que sufre el mundo desde el estallido de la Gran Recesión en 2008 es la culpable de la complicada situación que vivimos hoy. Los economistas han llamado política monetaria no convencional a esta represión financiera (pero creo que es mejor llamar a las cosas por su nombre).
Durante años se nos ha dicho que no pasaba nada si los bancos centrales compraban millones de dólares de títulos hipotecarios o, en el caso del Banco Central Europeo, millones de euros de bonos de empresas privadas. Probablemente el caso de Japón es todavía peor, su banco central es uno de los mayores accionistas del 40% de las empresas cotizadas niponas.
Hemos tenido durante años a los burócratas de los bancos centrales financiando directamente a empresas privadas. Los antiguos planificadores centrales deben estar muy contentos al ver que, de la forma más inesperada, nos vamos acercando paulatinamente a su soñado sistema económico. En esta tesitura no es de extrañar que el crecimiento económico se haya estancado. A los burócratas les importa conservar su puesto y si sus jefes, los políticos, les ponen a cumplir los objetivos del milenio o cualquier cosa extravagante por el estilo, esto es lo que harán. A los burócratas y políticos les suena a chino cosas como buscar nuevos nichos de mercado o innovar en productos y procesos, en el mejor de los casos estas son cosas aburridas que hacen los aburridos empresarios. Los burócratas están para cambiar el mundo a golpe de directiva y regulación administrativa. Cuantos más doctorados tengan los burócratas, usualmente peores ideas se les ocurren, y los burócratas de los bancos centrales tienen muchos doctorados.
Pero las desfachateces financieras no acaban ahí. Nos hemos dicho a nosotros mismos y hemos querido inocentemente creer que los tipos de interés negativos eran una situación normal (nuevo normal dirían algunos). Una situación en la que un prestamista paga al que se endeuda es poco menos que una abominación económica, pero durante algún tiempo parecía que no ocurría nada. Si no ocurre nada durante suficiente tiempo, los economistas se olvidan de que ese algo puede ser la raíz de problemas futuros.
Pero si piensan que la retorcida imaginación de los burócratas iba a acabar con esto, están muy equivocados. Durante todos estos años, desde 2008 hasta hoy, a los burócratas financieros se les ocurrió que era una buena idea unir fuerzas con uno de los colectivos más de moda; los ecologistas. De este matrimonio mal avenido nacieron los bonos verdes, que no son más que bonos tradicionales pero emitidos para financiar proyectos supuestamente amigables con el medio ambiente. Como era de esperar, estos bonos fueron emitidos en un primer momento solamente por bancos de desarrollo (esas entidades públicas o quasi-públicas que ni son bancos, ni promueven el desarrollo). Sólo después de que se emitiera legislación que beneficia este tipo de bonos, como incentivos fiscales o incluso a veces hasta obligación a algunos fondos de pensiones a invertir en ellos, estos bonos empiezan a ser atractivos y a emitirse por entidades privadas. Como casi siempre pasa, con los incentivos legales adecuados, hasta las peores ideas las termina llevando a cabo de buena gana la iniciativa privada. En definitiva, el bono verde fue otro invento burócrata, en este caso un invento donde se encontraron lo peor de la pedantería ecologista con la clásica pedantería financiera.
La guinda del pastel, por supuesto, fue el cierre de las economías y la enorme emisión de deuda con motivo del COVID. Todo esto aderezado con un suculento regalo en forma de cheques entregados de forma indiscriminada a la población o las empresas. Por si fuera poco, la enorme emisión de deuda para pagar los cheques fue comprada totalmente por el banco central, es decir, se utilizó el mecanismo monetario para financiar el regalo de dinero. Supongo que alguien pensó; si no ha pasado nada con todo lo que ya hemos hecho, y nos hemos esforzado por hacer barbaridades, ahora tampoco va a ocurrir nada. Y efectivamente, aquí tampoco pasó nada durante un periodo de tiempo, sólo que esta vez el periodo fue lo suficientemente corto como para obviarlo.
El colapso monetario de 2022
Ante todas estas barbaridades monetarias y financieras, y unas cuantas más que seguro que me dejo fuera, a nadie le debe extrañar que el sistema monetario colapsara en forma de inflación ante el más mínimo contratiempo. Las tormentas perfectas en economía y finanzas no existen. Existen tormentas y existen buenos y malos barcos. Los buenos barcos pueden capear casi cualquier temporal, los malos barcos se hunden a las primeras de cambio.
El problema es que llevamos desde 2008 construyendo única y exclusivamente barcos muy propensos a naufragar. Llámese esos bancos tipos de interés negativos, financiación pública de proyectos empresariales, bonos verdes, regalo de cheques, monetización de deuda pública, etc. Ante semejante flota, lo normal es que cualquier ola de medio pelo provoque su completa destrucción. Y eso es lo que ocurrió primero en 2021 y, de forma ya descontrolada, en 2022. Llegaron algunas olas y destruyeron la más que endeble estructura financiera que llevamos dinamitando años. El problema es que la mayor parte de economistas y financieros quieren ahora culpar a la ola y no a los fabricantes de barcos. No se le escapará al lector perspicaz que los fabricantes de barcos son los banqueros centrales. Hemos creado un mal sistema, un sistema que necesita de un buen timonel en el barco. Para más inri, hemos puesto a los peores a manejar el timón. Lo sorprendente es que alguien se pueda sorprender del naufragio que hemos sufrido. Más sorprendente todavía es que alguien culpe a las olas del naufragio.
Los economistas y financieros están, en general, muy mal equipados para entender las no linealidades de los sistemas complejos. La represión financiera, represión que toma mil caras, es la culpable de que hayamos tirado por la borda la estabilidad monetaria. Por supuesto, esta represión financiera no iba a causar problemas en el mismo momento en que se implementa, por lo que ha pasado desapercibida durante años. Durante años parecía que no ocurría nada, pero era sólo una apariencia. En realidad, estábamos haciendo frágil nuestro sistema monetario, fragilidad que ahora se ha puesto de manifiesto de forma excesivamente violenta.
Conclusión
En definitiva, que la estabilidad monetaria está hecha unos zorros, sí, pero lo está por culpa de una generación de banqueros centrales que han hecho todo lo posible por destruir el valor de sus monedas. En cualquier empresa privada estos banqueros estarían despedidos por hacer tan mal su trabajo. ¿Cómo despedimos a los burócratas que han destruido el valor de nuestras monedas?
Aviso legal: el análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor, las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la Universidad Francisco Marroquín.
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Daniel Fernández
Daniel Fernández es el fundador de UFM Market Trends y profesor de economía en la Universidad Francisco Marroquín. Tiene un doctorado en economía aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid y también era un fellow en el Mises Institute. Tiene un máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos y un máster en Economía Aplicada por la Universidad de Alcalá en Madrid.
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Con respecto a los elementos centrales del articulo creo que no se debe cargar las tintas a los bancos centrales y a los burocratas que trabajan en ellas. Tampoco creo que la actual situacion financiera y la inflacion se deriven del 2008; gracias a las fortalezas de los bancos centrales y a los acuerdos en el G20 se tomaron decisiones para terminar con ella. Es correcto atribuir la actual crisis del 2022, que sera transitoria y no grave, al Covid 19 y a la guerra en Ucrania. El sistema de globañizacion internacional goza de muy buena salud y tiene mecanismos y regulaciones para prevenir, afrontar, mitigar y eliminar crisis financieras de distinto impacto que se presenten.
Me parece un «análisis realista» e instructivo cuando tenemos instruccion básica en economía.