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¿Cómo se compara el salario mínimo de Guatemala? Una comparación regional y las consecuencias del reciente incremento

El presidente Bernardo Arévalo decidió incrementar el salario mínimo en un 10 % para el 2025. El último gobierno que aumentó el salario mínimo en un 10 % o más fue el de presidente Álvaro Colom de la UNE, que incrementó el salario mínimo casi 15 % para el 2011. El salario mínimo es el típico recurso de los gobiernos del tinte izquierdista.

Primero, veremos dónde deja esta decisión a Guatemala en comparación con los demás países en la región. Segundo, discutiremos por qué esta decisión es irresponsable e imprudente.

¿Cómo se compara el salario mínimo de Guatemala con otros países?

En la siguiente tabla y mapa, se puede ver el salario mínimo de Guatemala para el 2025 en comparación con otros países de la región. En efecto, Guatemala tiene el tercer salario mínimo más alto de prácticamente toda la región latinoamericana.

Sin embargo, desde el punto de vista económico, lo relevante es el costo laboral mínimo, más que el salario mínimo. Para una empresa, lo importante es el costo laboral total, no solo el salario bruto del trabajador. Si una empresa paga $1,000 al mes por un trabajador, ese es el costo total, sin importar si el monto se distribuye en salario, bonos, prestaciones, o contribuciones al IGSS o al Estado. El costo laboral mínimo incluye no solo el salario mínimo, sino también:

  • Prestaciones de ley
  • Impuestos al patrón (payroll taxes o impuestos sobre la nómina)
  • Bonos y pagos vacacionales obligatorios
  • Indemnizaciones laborales

Estos costos adicionales que debe asumir el empleador varían significativamente de un país a otro. Como veremos en la siguiente tabla, solo hay dos países con mayores cargas sobre el salario mínimo que encarecen la contratación: México y Perú. Sin embargo, ambos tienen un salario mínimo más bajo que Guatemala.

Guatemala enfrenta lo peor de ambos mundos: un salario mínimo elevado y altos costos laborales adicionales.

Productividad versus salario: ¿qué tan alto es verdaderamente el salario mínimo de Guatemala?

Hemos visto que Guatemala tiene tanto un alto salario mínimo como un alto costo laboral mínimo. Dicho esto, desde el punto de vista económico, si un salario mínimo es alto o bajo no depende de otros países, sino de la productividad laboral de un trabajador de un determinado país. Un salario mínimo de $1,000 al mes no es alto si la productividad del trabajador supera los $3,000 al mes. De igual modo, un salario mínimo de $500 al mes puede ser demasiado alto, si la productividad del trabajador no supera los $100 al mes. De hecho, cualquier incremento en los salarios sin incremento correspondiente en la productividad terminará perjudicando parte de la población.

Esto nos lleva al verdadero problema: el salario mínimo (y el costo laboral mínimo) con relación a la (baja) productividad del trabajador guatemalteco.

En la siguiente gráfica, se puede observar el producto interno bruto (PIB) per cápita como proxy de la productividad del trabajador promedio en un país en comparación al costo laboral mínimo del mismo. Cuando el costo laboral mínimo sea superior a la productividad, demuestra que el salario mínimo es demasiado alto (lo contrario no es cierto, ya que el PIB per cápita, desafortunadamente, solo indica la productividad media).

Guatemala tiene un salario mínimo y costo laboral mínimo (en rojo) muy alto con relación a la productividad (en verde), de tal modo que el costo laboral mínimo supera la productividad media.

Esto implica que el salario mínimo en Guatemala trae y traerá consecuencias negativas para los mismos trabajadores, ya que su productividad está por debajo de lo que el empleador está obligado a pagar por ley. A pesar de los sueños inalcanzables de políticos y activistas de izquierda, ningún empresario, ni en Guatemala ni en Estados Unidos, estaría dispuesto a contratar a un trabajador mientras pierde dinero.

De hecho, comparando el salario mínimo de Guatemala con la productividad media, nos hace ver que, por desgracia, Guatemala termina perteneciendo a un desafortunado «club de 4» con países como Bolivia, Nicaragua y Honduras, estos mismos secuestrados por políticas anti-desarrollo relacionadas con el salario mínimo. Estos países han sido incapaces de aumentar la productividad de sus trabajadores, pero a la vez se han empeñado, como medida populista, a subir, subir y subir el salario mínimo, con el reciente aumento de 10 % por el gobierno actual como trágico punto culminante.

La verdadera pregunta debe ser: ¿quiere Guatemala pertenecer a este «club de 4» y ser asociada con algunos de los países más fracasados económicamente de las Américas? Guatemala tiene uno de los mercados laborales más distorsionados de la región latinoamericana y el reciente incremento de 10 % lo lleva, en este sentido, todavía a otro extremo.

No tiene nada que ver el salario mínimo con la riqueza (el nivel de ingresos y el nivel de vida) de un país

Una cosa es la riqueza que un país es capaz de producir, y el correspondiente nivel de vida que gozarán sus ciudadanos, y otra cosa es el salario mínimo que decreta un Estado (con todas sus consecuencias nocivas). En esta gráfica se puede observar tal hecho, donde comparo los salarios mínimos con el producto interno bruto (PIB) per cápita (es decir, lo que produce cada país por cabeza de población): no existe relación alguna.

Algunos países centroamericanos tienen sueldos mínimos bajos, pero crean mucha riqueza (y tienen poca informalidad, desempleo y emigración). Guatemala tiene un sueldo mínimo alto, pero es de los más pobres (y tiene mucha informalidad y emigración):

 

Ídem si comparamos PIB per cápita con costo laboral mínimo:

El ejemplo de Brasil aclara lo que afirmo. El salario mínimo en Brasil es la mitad del salario mínimo en Guatemala. Sin embargo, el producto interno bruto per cápita de Brasil es casi el doble de Guatemala. Brasil tiene un salario mínimo más bajo; sin embargo, produce más riqueza por trabajador y, consecuentemente, el nivel de vida de sus ciudadanos es más alto que el de los guatemaltecos.

Consecuencias del incremento en el salario mínimo

¿Cuáles, entonces, serán las consecuencias de esta distorsión en el salario mínimo y los costos laborales guatemaltecos? ¿Por qué no ayudará a la población simplemente decretar un salario mínimo y, especialmente, el último incremento de 10 %?

  • Incremento en los precios domésticos (inflación)

Muchos guatemaltecos, con mucha razón, se han enfocado en la inflación como resultado del incremento en el salario mínimo. En efecto, cualquier incremento en el salario mínimo sin incremento correspondiente en la productividad de aquellos trabajadores que cobran un salario mínimo ocasionará un incremento en los precios domésticos. De este modo, es perfectamente posible que el incremento en el salario nominal sea «anulado» por el incremento en los precios. Por ejemplo, si el salario mínimo incrementa 10 %, pero los precios incrementan también 10 %, el salario real no ha aumentado. El poder de compra de los supuestos beneficiarios, a pesar del incremento en el salario mínimo decretado, no ha mejorado.

Sin embargo, desde la economía también queda claro que no todo el incremento puede ser trasladado al consumidor guatemalteco (recuerde, todos somos a fin de cuentas consumidores). El motivo es sencillo: no todo el consumo nacional es producción nacional.

Un simple ejemplo aclara mi punto: imaginemos que podemos consumir papel de baño producido en Guatemala o en México. Cuando se incrementa el salario mínimo guatemalteco, el costo de producir papel de baño en Guatemala aumentará, pero el costo de producirlo en México se mantiene igual. Cuando el productor guatemalteco desea trasladar el costo al consumidor, se dará cuenta de que no puede. El consumidor, enfrentado con el precio más alto de la marca guatemalteca, empieza a comprar, en el margen, mayores cantidades de papel mexicano. De este modo, destruye (una parte de) la producción nacional de papel de baño y esta lógica se extiende a cualquier artículo producido en Guatemala que a la vez puede ser importado del extranjero.

Esto último ocasiona desempleo e informalidad: un desplazamiento de trabajadores desempleados hacia el extranjero (convirtiéndolos en emigrantes) o hacia industrias menos productivas (por ejemplo, se convierten en repartidores, choferes de Uber, trabajadores agrícolas de pequeñas y remotas fincas, etcétera).

En resumen, cuando sea un bien que solo puede ser producido en Guatemala (digamos, vivienda, comida de restaurante o un corte de cabello), el incremento en el salario mínimo aumentará los precios y podría destruir producción (por ejemplo, si aumentan los precios de los restaurantes, más personas podrían optar por comer en casa o cenar menos fuera de casa). Como consecuencia, un mayor número de restaurantes desaparecerán que en ausencia de un aumento del salario mínimo.

Cuando sea un bien que puede ser producido en Guatemala o algún otro país, el incremento en el salario mínimo no puede ser trasladado completamente al consumidor, reduciendo la producción nacional y eliminando puestos de trabajo marginalmente mejores que sus primeras mejores alternativas.

  • Pérdida de competitividad internacional

Como vimos en el ejemplo anterior, muchas industrias dejan de ser competitivas en comparación al extranjero, desplazando la poca inversión extranjera que haya y los empleos derivados de ella hacia otros países. Esta dinámica es muy notoria con las maquilas centroamericanas, pero no se limita únicamente a ellas.

En efecto, por decreto, se aumenta el costo laboral, sin aumentar de la misma medida la productividad laboral. En términos económicos, se debe diferenciar entre incrementos salariales debido a incrementos en la productividad e incrementos salariales decretados por el Estado a través del nocivo salario mínimo oficial.

  • Aumento en la informalidad y el desempleo

Cuando el salario mínimo incrementa, sin incremento correspondiente en la productividad, causa un excedente de trabajadores, como cualquier estudiante de primer año de economía entiende. Pensar lo contrario, es absurdo, porque implica que habrá empleadores contratando trabajadores incurriendo en pérdidas. Esto no solo es contrario a los incentivos económicos del empleador (digamos, contratar un trabajador por Q15/hora que solo produce Q10/hora), sino es imposible porque perdería en el proceso competitivo del mercado (por ineficiente) y lo lleva a su extinción como empresario (a la quiebra).

En la práctica, el guatemalteco tiene necesidad y no queda en el desempleo. Al contrario, termina en el mercado laboral negro, mejor conocido como «la informalidad». En el mercado negro, el trabajador no tiene ninguna protección bajo la ley. Tal como no se puede alegar en la DIACO por una mala compra o estafa de marihuana (porque es una sustancia ilegal), el trabajador no tiene muchas opciones cuando sufre abusos, no le pagan, o tiene algún otro conflicto contractual si está en la informalidad. Por lo tanto, la tasa de informalidad es la contraparte del salario mínimo: cuanto mayor el salario mínimo (relativo a la productividad), mayor será la informalidad. Este es el motivo de por qué, a pesar de modestos incrementos en la productividad, la informalidad en Guatemala ha aumentado en el tiempo: los aumentos en el salario mínimo han sido mayores que los incrementos en la productividad, ocasionando desempleo e informalidad.

Esto se puede observar en la siguiente tabla. Cuanto mayor sea el costo laboral mínimo con relación a la productividad, en igualdad de circunstancias, más alta será la tasa de informalidad. Existen algunas excepciones a esta regla: la regulación laboral, volviendo la formalidad costosa, también puede servir como barrera estatal al trabajo formal (como es el caso de Perú).

La única otra opción, además de la informalidad, es la emigración. Como, por necesidad, el desempleo no es una opción en un país como Guatemala, la emigración, usualmente a los Estados Unidos, es la alternativa, donde trabajarán en la informalidad (mercado negro) o su productividad marginal superará el costo laboral por la alta capitalización, automatización y eficiencia de la economía estadounidense.

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Olav Dirkmaat

Olav Dirkmaat

Olav Dirkmaat es profesor de economía en la Universidad Francisco Marroquín y Chief Investment Officer (CIO) de Hedgehog Capital. Antes era vicepresidente en Nxchange y GoldRepublic. Es doctor en Economía por la Universidad Rey Juan Carlos (Madrid).

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