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La “euro latinoamericano” de Brasil y Argentina

Crear una moneda conjunta entre Brasil y Argentina a la que parece que quiere unirse Venezuela es la penúltima ocurrencia descabellada del renovado socialismo del siglo XXI.

El propósito de este artículo es dilucidar si tiene sentido la unión monetaria entre Argentina y Brasil con la posible incorporación de otros países.

La unión monetaria es una buena idea: eliminando costes de transacción

Empecemos enunciando una máxima monetaria que curiosamente daría la razón a los socialistas del siglo XXI: compartir moneda entre diferentes áreas económicas es increíblemente coordinador o eficiente desde el punto de vista económico. El principal argumento aquí es que la alternativa, es decir, tener diferentes monedas que fluctúan constantemente entre ellas, limita la división geográfica del trabajo. De forma técnica diríamos que los patrones de especialización tienen que cambiar constantemente por el ruido monetario que introduce el tipo de cambio.

Compartir una moneda, por el contrario, evita el siempre engorroso calculo que deben hacer los empresarios que envían productos a otros mercados de las potenciales pérdidas derivadas de un cambio súbito e inesperado en el tipo de cambio.

Otra forma de ver el mismo problema es que existen derivados financieros que permiten protegerte del riesgo de tipo de cambio, pero por supuesto, estos derivados financieros no son gratis. Por tanto, si una empresa realiza una venta al extranjero hoy, pero el pago se realiza en otra moneda dentro de un mes, la empresa que vende tiene que soportar una potencial pérdida por el movimiento del tipo de cambio. Alternativamente la misma empresa tendría que soportar el coste de cubrir su posición con un swap de divisas (uno de los derivados que te permite protegerte frente al riesgo de tipo de cambio). Compartir una moneda evita estos costes innecesarios de los empresarios. En términos económicos diríamos que compartir una moneda entre varios países evita los costes de transacción. Disminuir las trabas al comercio provoca que el intercambio de bienes y servicios incremente y las ganancias derivadas del mismo también.

Cuando incrementa el intercambio, se produce una integración económica, esto, provoca cambios en las estructuras o patrones productivos de las economías involucradas. Incrementa la división del trabajo y esto hace que la especialización productiva cambie. Los economistas argumentan de forma correcta que esto trae enormes beneficios en términos de eficiencia, beneficios que impactan positivamente en la vida de las personas. El resultado sería que se pueden producir más cosas, más bienes y servicios, con el mismo o menor esfuerzo. Eso es, básicamente, hacerse rico. Es decir, la unión monetaria contribuye, aunque no provoca directamente, a la generación de riqueza.

En el caso de Brasil y Argentina, una moneda común podría ayudar a que los argentinos y los brasileños tuvieran un verdadero mercado común y el intercambio entre los dos países fuese muchísimo más activo que el actual. Por supuesto, si más países se incluyeran en esta unión monetaria, mayores serían las integraciones de sus economías y más eficientes serían los patrones de especialización productiva.

A pesar de todo esto, y como prácticamente casi cualquier persona sin mucha formación económica puede entender de forma rápida, una moneda común entre Argentina y Brasil es una pésima idea. Probablemente un desastre.

La moneda común sólo tiene sentido si el comercio es libre

La primera razón por la que no tiene sentido crear una moneda entre países con dirigentes autodenominados del socialismo del siglo XXI es que su idea de integración económica no es la que suelen entender el resto de mortales.

El socialismo del siglo XXI es altamente intervencionista en el ámbito económico. Quizá el área de integración económica que mejor caracterizó las ideas del socialismo del siglo XXI fue la ya prácticamente extinta ALBA. En el ALBA no comercian las personas, comercian los países. Ni siquiera comercian empresas con permisos del gobierno, únicamente comercian las empresas del gobierno. Es decir, el comercio (si es que se puede llamar comercio a lo que ocurría) en este área de integración económica estaba completamente dirigido por los gobiernos.

Ni Argentina ni Brasil formaron parte del ALBA directamente, pero la ideología que inspira a sus gobernantes actuales es prácticamente idéntica a la que inspiró a los firmantes del ALBA allá por 2004, que no es otra que el socialismo del siglo XXI. Brasil y Argentina sí forman parte de Mercosur, área económica en la que los intercambios de bienes y servicios tampoco son libres y están usualmente sujetos a fuertes aranceles. Se mire por donde se mire, el libre comercio no parece ser el objetivo.

Por tanto, podemos afirmar que los gobernantes de Brasil y de Argentina buscan dirigir sus economías por la senda que ellos mismos trazan. Eso conlleva una intervención directa en los patrones de especialización de la economía. Pero si la gran ventaja de la unión monetaria es la de eliminar costes de transacción para obtener patrones de especialización basados en las ventajas competitivas de cada país, esto choca directamente con la intención dirigista de los gobernantes de Brasil y Argentina. Es decir, que la ventaja de tener una moneda común se pierde casi instantáneamente en cuanto se contrasta con la verdadera intención de los gobernantes que la proponen.

En el caso de Argentina y Brasil, tener una moneda común podría implicar que una parte de la industria automotriz argentina se trasladara a Brasil y que una parte de la producción agropecuaria brasileña se trasladara a Argentina (o al revés, quién sabe). Una vez que se eliminan costes de transacción, las industrias menos competitivas de un área lo pasan muy mal y es posible que tengan que reconvertirse en otras industrias. Este proceso de reconversión económico es políticamente muy costoso, ya que mientras se reconstruye la industria pasa tiempo y hay personas que pierden su trabajo. También es posible que muchas personas vean que su capital humano tiene muy poco valor con la reconversión económica, por lo que tenga que volver a aprender otra profesión (y a ciertas edades esto es complicado, por lo que se genera nueva presión política para mantener el statu quo).

El descontento popular derivado de la necesaria reconversión productiva es muy difícil de navegar políticamente. Si unimos esto al hecho de que los gobiernos actuales de Brasil y Argentina tienen una predilección por intervenir los mercados, lo más probable es que se establezcan medidas de protección a la industria nacional que está siendo amenazada. Las medidas pueden ser de todo tipo, desde contingentes de importación, aranceles extra, medidas fitosanitarias y un largo etcétera.

Compartir una moneda hace que los patrones de especialización sean coherentes con las condiciones económicas subyacentes. Intervenir el proceso económico desde el poder político implica todo lo contrario; favorecer patrones de especialización antieconómicos e ineficientes.

Por tanto, la razón de ser de una moneda común entre Brasil y Argentina cae tan rápido como analizamos la retórica, la ideología y las acciones de los gobiernos que proponen esa moneda común. Sólo por esto, el proyecto de moneda común carece de justificación, pero los problemas reales que traería la potencial moneda común latinoamericana son mucho más graves.

Moneda común como fuente de problemas políticos

La amarga experiencia del euro nos recuerda los problemas que tienen las monedas comunes en el ultraintervenido sistema financiero y monetario contemporáneo.

El euro ha probado ser una buena moneda en lo que tiene que ver con el patrón de especialización europeo. Las economías europeas no han estado tan integradas económicamente desde el periodo del patrón oro clásico (el oro fue la única moneda mundial que realmente ha disfrutado el mundo, por desgracia el experimento se truncó en 1914 con la Primera Guerra Mundial).

Pero los problemas políticos derivados del euro también han sido enormes. La pregunta aquí es: ¿cómo podría una moneda común generar problemas políticos?

La respuesta tiene que ver con la forma en la que se genera dinero bajo el sistema monetario actual. Históricamente el dinero base era una mercancía (oro o plata, por ejemplo) y se generaban complementos monetarios en forma de deuda (billete bancario o depósitos en bancos). Esos complementos monetarios con forma de deuda eran promesas, más o menos creíbles, a pagar oro o plata o el dinero mercancía que fuese.

En el sistema monetario actual, todo el dinero está basado en deuda. La base monetaria es deuda y los complementos monetarios son deuda. En concreto, la base monetaria es deuda del propio Estado. Los bancos centrales emiten moneda y utilizando como colateral o respaldo la deuda del Estado. Los complementos monetarios en el sistema monetario actual toman la forma de deuda de bancos privados en forma de depósitos. En este artículo, y por motivos didácticos y de espacio, vamos a dejar fuera del análisis los complementos monetarios del sistema bancario privado.

La operativa del banco central es relativamente sencilla de comprender. El gobierno tiene déficits, es decir, gasta más de lo que ingresa, para cubrir el déficit emite deuda, y parte de esa deuda la compra el banco central. Este proceso se llama monetización de deuda. Monetizar deuda simplemente significa que el banco central compra la deuda emitiendo nueva moneda. Se llama monetizar porque la deuda explícita del Estado sale de la circulación porque la compra el banco central y en su lugar emite nueva moneda. En este sentido, la nueva moneda, los nuevos euros o dólares o lo que fuere, no son más que una forma de deuda.

Por tanto, la base monetaria, la cúspide del sistema monetario, está respaldada por la deuda del país en cuestión. Esto tiene la “ventaja” para los Estados de que les genera una demanda enorme de su deuda pública. Tiene la gran desventaja para todos los ciudadanos de que este mecanismo puede ser objeto de abuso y, normalmente cuando es objeto de abuso, la moneda empieza a valer menos y a ser lentamente rechazada por la población, cuando esto ocurre, tenemos procesos inflacionarios que parecen incurables. Cuando el proceso de abuso monetario en forma de monetización de deuda pública se acelera, tenemos países con inflaciones galopantes. Uno de esos países sufre de forma crónica esas inflaciones galopantes es Argentina, y, hasta hace no mucho tiempo, Brasil era otro de esos países.

La moneda común sólo tiene sentido con acuerdo fiscal restrictivo

Por tanto, bajo el sistema financiero actual, una moneda común entre varios países solo tiene sentido si existe un acuerdo fiscal. Es decir, ya que el banco central va a comprar moneda de varios países, ningún país debe depredar fiscalmente a otro mediante el mecanismo de monetización de deuda.

Es por esto por lo que cuando se establece el euro, se establecen reglas fiscales bastante duras para los países miembros. No tiene sentido que mencionemos aquí las reglas fiscales concretas del euro, pero la idea que los arquitectos del euro entendieron de forma magistral que la moneda es una forma de deuda y que puede ser utilizada por los países miembros para financiar sus excesos de gasto sobre ingresos fiscales. Cuando eso ocurre, todo el mundo que usa la moneda se ve perjudicado por la aparición de inflación. Por tanto, se necesitaba que los países sean fiscalmente firmes y eviten cometer barbaridades fiscales que impactarían muy negativamente en el resto de países que utilizan la moneda común.

A pesar de que los arquitectos del euro entendieron los potenciales problemas a la perfección e idearon unas reglas razonables, la política es la política, y los gobernantes más irresponsables encontraron la justificación para saltarse las reglas fiscales del euro de forma recurrente. Esto ha provocado unas tensiones políticas enormes. Los países del norte y del sur de Europa se lanzan constantemente acusaciones cruzadas de todo tipo. La moneda común en Europa, por muy común que fuese, ha servido para enfrentar a los países del antiguo continente.

Moneda común latinoamericana, ¿qué podemos esperar?

Si el euro ha generado tantos problemas políticos por la irresponsabilidad fiscal de algunos gobiernos, ¿qué podríamos esperar de una moneda latinoamericana?

En Europa el euro ha enfrentado a los países fiscalmente irresponsables del sur de Europa, con especial mención a Grecia, Italia y España (por este orden) con los países fiscalmente más responsables como Holanda, Alemania o Finlandia.

En Latinoamérica los países financieramente responsables son mucho menos comunes que en Europa (y eso que en Europa no abundan). El problema entonces es que crear una moneda común latinoamericana es similar a crear un euro en el que solo participa el sur de Europa. Si todos nos depredamos monetariamente los unos a los otros, la moneda sería destruida y rechazada en un santiamén. El proyecto de moneda latinoamericana es similar al euro, con la salvedad de que todos los países se parecen a Grecia (o son incluso más irresponsables financieramente que Grecia).

Brasil y Argentina: ¿por qué una moneda común?

Teniendo en cuenta los enormes problemas que pueden aparecer, ¿por qué se lanza Brasil y Argentina al casi utópico proyecto de generar una moneda común?

Argentina roza actualmente la increíble cifra del 100% de inflación anual, cifra que sólo el campeón mundial de la inflación, Venezuela, puede superar. No es de extrañar que Venezuela sea otro candidato a esta curiosa unión monetaria. Argentina está casi aislado financieramente del mundo. Tiene una deuda prácticamente impagable con el FMI y tiene los mercados de capitales prácticamente cerrados. Su banco central apenas tiene reservas monetarias en dólares, y el mercado negro de dólares vuelve a estar a la orden del día. Por tanto, tiene todo el sentido del mundo que los gobernantes argentinos quieran depredar monetariamente a los ciudadanos de otros países, ya que los suyos ya están siendo exprimidos todo lo que buenamente pueden soportar.

Pero el caso brasileño es mucho más complicado de entender. Brasil ha logrado una estabilidad monetaria notable en los últimos años. Su tasa de inflación se encuentra alineada a la del resto del mundo. Brasil tiene unas cuantiosas reservas monetarias y la salud financiera del país parece garantizada. ¿Por qué querría Brasil generar una moneda con socios mucho más irresponsables que él mismo?

Y la respuesta aquí es doble, una de política monetaria (que no es más que política) y otra de política más “general”:

  • Política monetaria

El presidente de Brasil ya ha anunciado que el objetivo de inflación del banco central debe subir para permitir mayor capacidad de actuación. Por supuesto, aquí mayor capacidad de actuación es un simple subterfugio para incrementar la cantidad de deuda pública que comprará el banco central al gobierno. Básicamente el gobierno de Brasil está anunciando que la estabilidad monetaria de Brasil le importa poco. El gobierno de Brasil pretende incrementar el gasto, el déficit y la deuda pública y no le importa dilapidar la estabilidad monetaria que el país ha alcanzado. El propio gobierno de Brasil anuncia sin tapujos que va a desplumar a sus ciudadanos. ¿Por qué no intentar hacer lo mismo con los ciudadanos de otros países? Aquí es donde entra la posibilidad de una moneda común.

  • Política “general”

La otra razón de Brasil para generar una moneda común latinoamericana es que el presidente de Brasil busca ser el nuevo faro del socialismo del siglo XXI. Brasil es un país lo suficientemente grande y lo suficientemente desarrollado como para ejercer el liderazgo regional con unas políticas de izquierda enfrentadas al libre mercado en general y a Estados Unidos en particular.

Una forma de enfrentarse con Estados Unidos es creando sistemas de pagos paralelos. En el mundo monetario actual, los países intercambian entre ellos en dólares. El dólar es la moneda de reserva mundial. Las monedas comunes generan amplias zonas de comercio y movimiento de capitales que no utilizan el dólar.

Por tanto, el objetivo estrictamente político del gobierno de Brasil es doble con esta moneda común latinoamericana: por un lado, Lula busca ser el nuevo líder latinoamericano y, por otro lado, busca enfrentarse a Estados Unidos.

Conclusión

La moneda latinoamericana promocionada por Brasil y Argentina no tiene sentido económico alguno. Si el proyecto consigue ver la luz, sólo generarán una moneda tan fuerte como la moneda del integrante más débil de la unión monetaria. No puedes generar una buena moneda con gobiernos manirrotos e irresponsables fiscalmente hablando.

La moneda común latinoamericana sólo tiene sentido como parte de un proyecto político de mayor calado, proyecto político que está poniendo en marcha Lula da Silva desde el “renovado socialismo del siglo XXI” del que Brasil ya forma parte formalmente.

Aviso legal: el análisis contenido en este artículo es obra exclusiva de su autor, las aseveraciones realizadas no son necesariamente compartidas ni son la postura oficial de la Universidad Francisco Marroquín.

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Daniel Fernández

Daniel Fernández

Daniel Fernández es el fundador de UFM Market Trends y profesor de economía en la Universidad Francisco Marroquín. Tiene un doctorado en economía aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos en Madrid y también era un fellow en el Mises Institute. Tiene un máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos y un máster en Economía Aplicada por la Universidad de Alcalá en Madrid.

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